La familia Recha vivía en un barrio humilde de la ciudad, estaba compuesta por papá Luis, mamá Antonia y dos varones, Alberto y Cesar. En la casa Recha se respiraba política, socialistas y participativos en todo lo que refiere a colaborar con los vecinos.
Antonia y Luis estaban felices, pero querían a la nena, soñaban que sea la Evita del nuevo siglo, hasta que un día llego Haydeé, el mismo nombre que la abuela materna, para cerrar el circulo y así completar la felicidad en el hogar.
Cuando empezaron a crecer los chicos no fueron ajenos a la vida y el sentir político, seguían la doctrina de mamá y papá, pero algo empezó a cambiar en la familia, algo se empezó a quebrar.
En el colegio los tres chicos eran del centro de estudiantes, Alberto y Cesar con cargos ejecutivos, Haydeé iba solo porque le convenía para no hacer las cosas de clases. Alberto y Cesar presentaban proyectos, pero Haydeé se quedaba dormida en las reuniones y nunca aportaba nada. Los varones participaban de marchas que creían justas, sin embargo a ella la contactaban las autoridades del colegio para que le cuente que hacían sus hermanos y compañeros.
En la casa era igual, ellos ayudaban en todo y ella no quería hacer nada, hasta hizo un planteo sobre lo conveniente de pedir siempre comida afuera, no para ayudar a Antonia, sino porque en realidad su interés era privatizar las cenas.
Haydeé hablaba con todos, a uno le decía una cosa y a otro otras, sin importarle si se contradecía y aunque tengan pruebas de ello lo negaba rotundamente.
Cuando recibía algo en nombre de todos sus hermanos nunca le importó quedarse ella con todo, sin repartir nada, "total seguro lo van a malgastar" decía.
Así creció Haydeé Recha. A veces el nombre te marca la vida.
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