Tiempo en Buenos Aires

jueves, 11 de octubre de 2012

Que se yo, que yeso, que sello...

Después de una jornada inolvidable de pesca en la ciudad de Concordia junto a mi hijo mayor y mi sobrino, fiel compañero de esta actividad hace una década, volví quemado por el sol reinante en la ciudad mesopotámica y con una molestia en mi mano y brazo derecho producto de alguna picadura de algún insecto autóctono.
 
Al llegar a mi hogar la mano empezó a hincharse lo que hizo que concurra a un centro medico para que la examinen y me receten algo que hiciese que ella vuelva a su tamaño original (N.del A. La ultima vez que estuve en Entre Ríos tuve que tomar antibióticos a mi regreso).
 
Consulté obviamente con un clínico el cual al verla me dijo tantas cosas que pensé en llamar a Scioli para preguntarle donde compró el brazo de maniquí que usa, me hizo ver por un ayudante de traumatología y me derivó directamente a un traumatólogo, radiografía, inyección de corticoides, receta de antibiótico y un medio yeso inmovilizandome el brazo desde el codo hasta la punta de los dedos. La consigna fue, ir al día siguiente a control.
 
Durante el transcurso del día lleve una vida casi normal con las imposibilidades lógicas de quien tiene inmovilizada su mano hábil.
 
Día 2 me dirijo al control junto a mi esposa ya intuyendo que la mano estaba peor. cuando me ve el traumatólogo me pregunta que hago allí, que tenia que ver a un clínico, le respondo que yo no se, que el yeso me lo colocaron allí. Me lo retira y mi mano parecía como con un guante de box (el peso del yeso hizo que todos los líquidos desciendan a mi mano, nunca me avisaron que la debía tener en alto). Selló una orden para análisis de sangre y me colocó como pudo una venda para dejar mi mano colgando.
 
Lo único que se yo que selló el yeso que me puso.
 
Como diría un amigo mexicano: adiós manito...