Tiempo en Buenos Aires

martes, 30 de junio de 2015

Nunca es Tarde

Mateo y Luis despuntaban el mismo vicio, el fútbol. Uno venía de una familia de clase alta y el otro de una humilde.  El destino los unió en un club disfrutando la misma pasión aunque eran muy distintos. 

Mateo: hijo  único de Santiago y Lourdes, ambos de doble apellido. Acostumbrado a tener todo lo que quería en buena parte gracias a la posición de su padre en la empresa que había heredado de su abuelo. Soberbio, creído, pensando siempre que el mundo giraba alrededor de él. Las palabras GRACIAS y POR FAVOR no están en su diccionario, suele discriminar a las personas por su color de piel y por su condición social. Concurre a un colegio trilingüe donde casi todos los que asisten tienen “su mismo nivel”.

Luis: Hijo de Luis y Sandra, es el mayor de 5 hermanos de apellido español, esos que hay miles en la guía de teléfono.  No tiene mucho, su padre trabajaba de seguridad en una empresa y su mamá cuida personas mayores. Siempre dispuesto a ayudar a sus hermanos y amigos, a veces acompaña a su mamá a la casa de los ancianos que cuida. Muy educado y correcto al hablar. Concurre a un colegio público.

El destino que a veces es muy perverso quiso unir más a estos dos jóvenes, Luis (padre) trabajaba en la empresa de Santiago sin que este supiese que sus hijos eran compañeros de fútbol, es más éste nunca iba a ver jugar a su hijo ya que él hubiese querido que practique rugby u otro deporte que lo conecte socialmente con gente más acorde a su posición.
Cierto día se le presenta a Santiago un amigo de la facultad solicitándole trabajo para el esposo de la señora que trabaja en su casa, le dijo que no había problema pero para ello deberá desvincular a algún empleado. El elegido fue Luis, lo llamó a su despacho, sin muchas explicaciones y sin pensar que tiene varias bocas que alimentar Santiago lo dejó en la calle sin importarle si trabajaba bien, si cumplía o si era responsable.
Luis (padre) no estaba bien y para levantar el ánimo fue a ver el entrenamiento de Luisito. El destino otra vez hizo de las suyas y en una jugada desafortunada Mateo se golpea fuerte, queda tendido en el suelo, el médico del club no se encontraba allí y ante las muestras de dolor del chico Luis lo cargó, paró un taxi y lo llevó a un hospital, le compró los remedios necesarios y se quedó junto a Luisito cuidándolo hasta que llegaran los padres del chico.
En el pasillo del hospital retumbaba la voz de Santiago que decía “hay que sacarlo urgente de acá” “esto es un desastre” “a quien se le ocurrió tráelo acá con lo que pagamos de medicina prepaga”.
La vida los volvía a poner frente a frente a Santiago y a Luis, usted?... balbuceó Santiago sin entender lo que estaba viviendo. -Quédese tranquilo le dijo Luis, el chico está bien, seguramente usted hubiese hecho lo mismo por Luisito, esos son los valores que nosotros le inculcamos en nuestra familia, ayudar siempre al prójimo y tenderle una mano a quien lo necesite.

A partir de ese momento la vida Cambió para todos, Luis volvió a la empresa de Santiago como Jefe de Seguridad, su mano derecha, su hombre de confianza. Luisito recibió una oferta para jugar al fútbol en un equipo grande donde firmó su primer contrato. Mateo abandonó la práctica deportiva y ahora forma parte activa de la organización un techo para mi país. Santiago apadrina desde su compañía un hogar para chicos de la calle que visita asiduamente.

NUNCA ES TARDE para cambiar
NUNCA ES TARDE para pedir perdón
NUNCA ES TARDE para ayudar


Para poner en práctica nuestros mejores valores NUNCA ES TARDE.