Tiempo en Buenos Aires

miércoles, 23 de marzo de 2016

Del Alba al anochecer...

Alba se despierta temprano, como cuando era chica en sus pagos de Villaguay, Entre Ríos,  para ayudar en el campo o para ordeñar alguna vaca, su infancia fue difícil, muchos hermanos y una casa humilde que le forjó el carácter. Allí aprendió a cocinar, a tener siempre una sonrisa para regalar y a soñar que una vida mejor era posible. 
De muy pequeña se vino a Buenos Aires empujada por las malas condiciones que había en ese momento en su casa, con muy pocos estudios, los que se podían. Aquí hizo de todo, limpió en casas de personas de buen pasar, cuidó gente hasta que ingresó a trabajar en una fábrica de cigarrillos, conoció a Alberto, su gran amor, tuvo 2 hijos, Sandra y Daniel, trabajó a mas no poder para comprarse su propia casa, lo logró.
La vida de Alba continúo con esfuerzo y sacrificio, nadie le regaló nada. Su hija se casó y vinieron los primeros nietos que cuidar, siempre dispuesta, siempre corriendo de un lado a otro con tal de ayudar, cuando estos nietos crecieron llegaron los otros y la enfermedad de su esposo que hacía más difíciles los días de Alba.
Esta mujer saca fuerzas de donde no las hay para estar en Palermo, La Paternal y Floresta ayudando a quien lo necesita.   Todos la saludan en el barrio, todos la conocen, le hacen regalos como si fuera de la familia.
Alba  recibe religiosamente todos los días  los llamados de sus hijos, se baña y sale en busca de su actividad semanal, el cuidado de sus nietos menores. Lunes y miércoles ella realiza esta rutina, se baja del colectivo, saca de sus bolsas algo para darle de comer a  Martín el mendigo que está en la puerta de la iglesia de Santa Fé y Uriarte, compra pan para que tengan los chicos y se dispone a cocinar algo rico para que tengan para comer cuando vienen del colegio. Con la comida casi lista sale para el colegio temprano al mediodía, charla con sus nuevas amigas de la puerta de la escuela, recibe a sus nietos con un beso y un abrazo gigante y se van los 3 despacito.
Alba los mira disfrutar de la comida y sin poder creer como esos pequeños hombrecitos ayer eran bebes a los que ella les cambiaba los pañales, arrancan de nuevo para el colegio. Se despiden con un abrazo y beso más grande aún que el anterior, le piden que se cuide y se va despacito como llegó.

 Alba sube al colectivo con sus achaques y su bastón, ellas está feliz, siente que su vida tiene sentido todavía, lleva bolsas y papeles y 2 besos de sus nietos menores que son el motor que la mantiene en pie. Tranquila como buena entrerriana llega a su casa y se dispone a descansar luego de una jornada “laboral”, Luego vendrá yoga y alguna charla con las amigas, ya está anocheciendo, otro día más que concluye en la vida de Alba de Villaguay, provincia de Entre Ríos.