Tiempo en Buenos Aires

lunes, 8 de noviembre de 2010

Me quedé con la boca abierta

El otro día comiendo con unos amigos me di cuenta que deje parte de mí (boca) en el almuerzo.
Oh no! sabia lo que vendría, una cita con el medico que mas odio y temor generó en mí durante toda la vida. Mi lengua no paraba de jugar con el hueco que había quedado, hasta que fui a la guardia para solucionar provisoriamente mi problema. Saqué un turno con un especialista para darle solución definitiva a este inconveniente.
Llegó el día O (odontología), ahí se genera mi primer duda, llego temprano para que me atienda cuanto antes si no hay nadie, corriendo el riesgo de tener que aguardar en la sala de espera y escuchar esos sonidos tan poco agradables o llegar sobre la hora, arriesgando que alguien que llegó antes lo atiendan primero y otra vez la maldita sala de espera.
Una vez adentro me ponen un babero, me acuestan y me empiezan a examinar con un espejito y un gancho que llega a lugares inhóspitos.
Después empieza haber movimientos extraños y todos a donde nuestro alcance visual no llega, porque ellos tienen todo detrás nuestro?, porque no podemos ver que preparan? se van, vuelven, se escuchan sonidos como que abren frasquitos, instrumental cayendo en una bandeja de metal, el sonido del maldito torno, y el vasito de agua, nuestro único aliado.
Me ponen un algodoncito debajo del labio, el aparato que absorbe la saliva mientras están hurgando dentro mio y encima me preguntan algo, como quiere que le conteste? salvo que sea Chasman es imposible.
Los buenos momento uno no quieren que terminen nunca, las visitas al dentista que pasen lo mas rápido posible.
Lo mas triste que casi siempre es un viaje de ida que no termina nunca.

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