Mateo y Luis despuntaban el mismo
vicio, el fútbol. Uno venía de una familia de clase alta y el otro de una
humilde. El destino los unió en un club
disfrutando la misma pasión aunque eran muy distintos.
Mateo: hijo único de
Santiago y Lourdes, ambos de doble apellido. Acostumbrado a tener todo lo que
quería en buena parte gracias a la posición de su padre en la empresa que había
heredado de su abuelo. Soberbio, creído, pensando siempre que el mundo giraba
alrededor de él. Las palabras GRACIAS y POR FAVOR no están en su diccionario,
suele discriminar a las personas por su color de piel y por su condición
social. Concurre a un colegio trilingüe donde casi todos los que asisten tienen
“su mismo nivel”.
Luis: Hijo de Luis y Sandra, es el mayor de 5 hermanos de apellido
español, esos que hay miles en la guía de teléfono. No tiene mucho, su padre trabajaba de
seguridad en una empresa y su mamá cuida personas mayores. Siempre dispuesto a
ayudar a sus hermanos y amigos, a veces acompaña a su mamá a la casa de los
ancianos que cuida. Muy educado y correcto al hablar. Concurre a un colegio
público.
El destino que a veces es muy
perverso quiso unir más a estos dos jóvenes, Luis (padre) trabajaba en la
empresa de Santiago sin que este supiese que sus hijos eran compañeros de
fútbol, es más éste nunca iba a ver jugar a su hijo ya que él hubiese querido que
practique rugby u otro deporte que lo conecte socialmente con gente más acorde
a su posición.
Cierto día se le presenta a Santiago
un amigo de la facultad solicitándole trabajo para el esposo de la señora que
trabaja en su casa, le dijo que no había problema pero para ello deberá
desvincular a algún empleado. El elegido fue Luis, lo llamó a su despacho, sin
muchas explicaciones y sin pensar que tiene varias bocas que alimentar Santiago
lo dejó en la calle sin importarle si trabajaba bien, si cumplía o si era
responsable.
Luis (padre) no estaba bien y
para levantar el ánimo fue a ver el entrenamiento de Luisito. El destino otra vez
hizo de las suyas y en una jugada desafortunada Mateo se golpea fuerte, queda
tendido en el suelo, el médico del club no se encontraba allí y ante las
muestras de dolor del chico Luis lo cargó, paró un taxi y lo llevó a un
hospital, le compró los remedios necesarios y se quedó junto a Luisito
cuidándolo hasta que llegaran los padres del chico.
En el pasillo del hospital
retumbaba la voz de Santiago que decía “hay que sacarlo urgente de acá” “esto
es un desastre” “a quien se le ocurrió tráelo acá con lo que pagamos de
medicina prepaga”.
La vida los volvía a poner frente
a frente a Santiago y a Luis, usted?... balbuceó Santiago sin entender lo que
estaba viviendo. -Quédese tranquilo le dijo Luis, el chico está bien,
seguramente usted hubiese hecho lo mismo por Luisito, esos son los valores que
nosotros le inculcamos en nuestra familia, ayudar siempre al prójimo y tenderle
una mano a quien lo necesite.
A partir de ese momento la vida Cambió
para todos, Luis volvió a la empresa de Santiago como Jefe de Seguridad, su
mano derecha, su hombre de confianza. Luisito recibió una oferta para jugar al
fútbol en un equipo grande donde firmó su primer contrato. Mateo abandonó la
práctica deportiva y ahora forma parte activa de la organización un techo para
mi país. Santiago apadrina desde su compañía un hogar para chicos de la calle
que visita asiduamente.
NUNCA ES TARDE para cambiar
NUNCA ES TARDE para pedir perdón
NUNCA ES TARDE para ayudar
Para poner en práctica nuestros
mejores valores NUNCA ES TARDE.